Tiempo de lectura: 6 minutos
😔 El día que el fútbol perdió a uno de sus poetas
Este 8 de octubre de 2025 quedará marcado como una fecha en la que el mundo del balompié se detuvo un instante. Porque Miguel Ángel Russo, al fin, se despidió tras una prolongada batalla contra el cáncer, dejando atrás un legado que pocas veces se mide sólo en trofeos. Tenía 69 años. La noticia, fría en su forma, sacudió los corazones. Boca Juniors confirmó el fallecimiento con un mensaje simple, pero cargado de emoción: “con profunda tristeza” anunciaban el vacío irremplazable que dejaba. Sus restos serán velados en La Bombonera, tal como él lo deseó, con el traje de un jugador de Boca y rodeado del clamor de sus seguidores. Fue un adiós lúgubre, pero también íntimo y lleno de simbolismos.
🧱 Del hombre común al mito: los inicios de una vida forjada con fútbol
Miguel Ángel Russo nació en Lanús, Argentina, el 9 de abril de 1956. Desde niño respiró fútbol. No hubo juguete que lo sedujera tanto como un balón. Cuando se calzó los botines, descubrió su lugar en el mediocampo: allí, entre el desgaste físico, el orden táctico y las gestas silenciosas, comenzó a esculpir su destino.
Como futbolista fue un “hombre de club”. Es decir, no buscó carreras relámpago ni saltos sin rumbo: jugó casi toda su vida en Estudiantes de La Plata, acumulando más de 400 partidos oficiales y aportando goles cuando era necesario. Ganó los Campeonatos Metropolitano 1982 y Nacional 1983. Fue un referente silencioso, de esos que se impregnaban en el vestuario sin estridencias.
Pero Russo estaba destinado a más. Cuando colgó los botines en 1988, ya llevaba la semilla del mentor en su corazón. No tardó en calzarse el traje de entrenador, con humildad, paciencia, errores y certezas.
🔥 El fuego eterno del entrenador: glorias, batallas y reinvenciones
Ascensos y primeras huellas
La carrera técnica de Russo fue una madeja de desafíos: empezó liderando clubes de ascenso, como Lanús y luego Estudiantes. Con Lanús consiguió el ascenso a la Primera División en 1990 y 1992. También elevó a Estudiantes de vuelta a la élite en 1994–95. Aquellas gestas modestas ya mostraban su estilo: disciplina, trabajo irrestrictible, brazos abiertos para el jugador.
Camino al Olimpo: Vélez y la cima continental con Boca
Su laboratorio táctico maduró en Vélez Sarsfield, donde conquistó el Clausura 2005. Esa victoria le abrió las puertas más grandes: en 2007 fue contratado por Boca Juniors. Allí escribió uno de los capítulos más luminosos de su carrera: bajo su dirección, Boca levantó la Copa Libertadores de América, el título que todo técnico sudamericano sueña.
No fue casualidad. Russo entendía que un equipo grande necesita alma. No solo alineaciones coherentes o ruedas de prensa calculadas: buscaba conexión, respeto, esperanza. Supo manejar egos. Supo callar cuando era momento de silencio. Supo hacer arder a una hinchada con promesas cumplidas.
Y Boca no fue el único escenario: Russo dirigió también en España (Salamanca), México (Morelia), Paraguay (Cerro Porteño), Arabia Saudita (Al-Nassr), Perú (Alianza Lima), Colombia (Millonarios) y Chile. En cada país dejó rastros de su estilo: a veces inesperado, a veces firme, pero siempre humano.
En Colombia alcanzó una popularidad especial: en Millonarios fue campeón del Finalización 2017, luego de un torneo dramático, y alzó la Superliga 2018. En Bogotá reconoce que atravesó allí uno de los momentos más difíciles de su vida: fue diagnosticado con cáncer de próstata, pero incluso en ese trance no se alejó del fútbol. Dijo: “en el momento más difícil de mi vida, Millonarios estuvo a mi lado”. Esa frase resume un compromiso mutuo: Russo entregaba todo, los clubes le devolvían lealtad.
Regresos, cicatrices y últimos capítulos
El destino volvió a acercarlo a Boca. En 2020 regresó y ganó el Campeonato de Primera División (temporada 2019–20) y la Copa de la Liga Profesional ese mismo año. Lograr éxitos en su segunda etapa le agregó valor a su historia: no era solo nostalgia, era vigencia.
Dirigió Rosario Central y cimentó nuevos afectos. En 2023 ganó la Copa de la Liga Profesional con los rosarinos. En 2025 volvió a Boca por tercera vez, para enfrentar nuevos desafíos y buscar consolidar su leyenda.
Sin embargo, la salud le iría poniendo límites. En septiembre de 2025, una infección urinaria y complicaciones lo alejaron del campo. Ya no pudo sentarse en el banco. Días antes de su muerte estuvo en situación delicada, internado ocasionalmente. En su hogar terminaba el trayecto de un hombre que no se rindió hasta el último aliento. Finalmente, falleció en su casa rodeado de los suyos.
💔 El rostro humano de la tragedia: lucha, ternura y despedida
Lucha contra un adversario invisible
La historia personal de Miguel Ángel Russo no puede contarse sin mencionar su batalla con el cáncer. En 2017 se le diagnosticó cáncer de próstata, que luego se extendió hacia la vejiga. No dejó que ese diagnóstico definiera su retiro inmediato. Al contrario: entre tratamientos, operaciones y incertidumbres, siguió caminando por la línea del fútbol. En Colombia se operó y recibió quimioterapias; en medio de ese proceso levantó títulos y recibió respeto. En sus entrevistas, habló del apoyo de su familia –su esposa Mónica, sus hijos– y del consuelo de entrenar, de mirar a sus jugadores a los ojos, de respirar aire de cancha. En las redes de Millonarios se leyó: “Todo se cura con amor”, frase que cobró un matiz profético tras su partida.
Ese hombre que dirigía con pasión era también corporalmente vulnerable. Las recaídas lo acompañaron con dolor y desgaste. Pero su mente siguió activa: con charla, con consejos, con la melancolía de quien sabe que el final se aproxima.
Reacciones que estremecen: los ecos del adiós
La muerte de Russo fue recibida como una sacudida colectiva. Boca lloró su hijo pródigo; Estudiantes, su huella futbolística; Millonarios, su legado imborrable. El club xeneize expresó: “Miguel deja una huella imborrable en nuestra institución” Vélez, cuya camiseta defendió como entrenador, también divulgó su pesar. Alianza Lima, institución peruana que tuvo una etapa breve con él en 2019, manifestó su “más sentido pésame”. En Colombia, Millonarios lo despidió con gratitud y reconocimiento: “amigo cercano”, titulaban el comunicado del club.
No fueron sólo los clubes. Los jugadores también se manifestaron. Luis Advíncula, quien compartió plantel bajo Russo en Boca, publicó: “Que en paz descanses, Miguel. Gracias por todo”. Hinchas de River, símbolo del clásico argentino, reconocieron que “no hay colores ni rivalidades” cuando el respeto supera el deporte. Jugadores, colegas, periodistas, redes completas: un mismo nudo en la garganta.
En La Bombonera, su funeral congregó figuras: Edinson Cavani, Juan Román Riquelme, Ander Herrera, dirigentes, rivales, hinchas. Lo despidieron con música, banderas, aplausos y silencio. Allí, en el templo que tantas veces vibró con sus victorias, ahora quedaron sus cenizas.
La AFA y la Selección Argentina también respondieron. Durante un entrenamiento en Miami, el plantel albiceleste guardó un minuto de silencio al recibir la noticia, conmovidos por la partida abrupta de alguien que era parte del ambiente futbolero.
🌿 El legado que no muere: enseñanzas que perduran
Miguel Ángel Russo no fue un entrenador más: su grandeza reside en lo humano tanto como en lo deportivo. Aquí algunas de sus huellas más duraderas:
- El respeto por el jugador: Russo creía que cada futbolista no es un engranaje, sino una persona con miedos, sueños, heridas. Se distanciaba del técnico de brújula fría para convertirse en guía con afinidad emocional.
- Trabajo silencioso y riguroso: No apostaba a fuegos artificiales tácticos, sino al esfuerzo constante, al sacrificio oculto, al aliento diario.
- Lealtad institucional: Donde estuvo, dejó vínculos, no episodios. Nunca traicionó un club ni un principio.
- Resiliencia humana: En su caso, vivir con cáncer no fue excusa: fue un escenario donde su pasión profesional se volvió motor de vida.
- Inspirador universal: Desde Buenos Aires hasta Bogotá, desde Lima hasta Asunción, su nombre resonó como ejemplo de entrega y coherencia.
Cuando los nuevos entrenadores surjan, inevitablemente se irán fijando en sus frases, en su calma, en su mirada pausada. Cuando los jóvenes futbolistas quieran saber “cómo ser algo más que una promesa”, acaso encontrarán respuestas en la historia de Russo.
🕯️Despedir no es olvido
Miguel Ángel Russo partió de este mundo, pero quedó impregnado en las gradas, en los programas deportivos, en los recuerdos de quienes lo admiraron. La muerte nos obliga a entender que la eternidad no está en los genes, sino en las huellas que dejamos en los otros.
Hoy, cuando la Bombonera se vista de luto y las camisetas muestren brazaletes negros, no nos despedimos de alguien que “se fue”. Nos inclinamos ante alguien que enseñó, amó, resistió. En cada gambeta divina, en cada plan estratégico, en cada abrazo al jugador desvalido, yace su espíritu.
Miguel Ángel Russo no existe ya en la línea de cal, pero vive —más fuerte que nunca— en la historia que ayudó a escribir, en el respeto que cosechó, en los corazones que emocionó. Que su voz siga sonando en despachos, pasillos de clubes, charlas entre hinchas. Que su sonrisa resuene cuando los equipos salgan al campo.
Adiós, maestro. Que tu nombre circule infinito, como un verso que exalta la pasión, la dignidad y la entrega. Que duela, porque lo que amamos siempre duele al dejarlo partir. Pero que inspire, como lo han hecho los que no descansan, porque no se merecen morir del todo.





